Detectando situaciones a tiempo / signos de alerta

Las personas con cualquier trastorno mental o emocional pueden experimentar varias alteraciones del comportamiento que constituyen signos de alerta en el ámbito laboral indicativos de la necesidad de una evaluación inicial. Cada trabajador tiene unas actitudes diferentes en función del grado de salud, competencias, expectativas, valores y motivaciones, que van a condicionar su grado de satisfacción/insatisfacción laboral y vital, el nivel de estrés y de calidad de vida, tanto personal como laboral.

Los principales signos de alarma (que en general, son aplicables a múltiples profesiones) son: absentismo laboral, desmotivación y disminución en el rendimiento laboral, desobediencia e incumplimiento de las tareas propias del rol laboral, conflictos interpersonales, irritabilidad excesiva y conductas agresivas en el trabajo, falta de colaboración y evitación del contacto con los compañeros y dificultad en la toma de decisiones.

Observar también:

– Cambios en la personalidad: expresiones de estrés, tristeza, ansiedad, ira, hostilidad, expresiones de desvalorización o desesperanza constantes.

– Cambios de conducta: deterioro de la calidad del trabajo, cambio negativo en el rendimiento, ausencias o retrasos repetidos en actividades importantes, búsqueda continúa de ventajas especiales, frecuentes conflictos interpersonales.

– Cambios físicos: deterioro del aspecto físico y del autocuidado, cambios importantes de peso, fatiga excesiva, alteraciones del sueño, indicadores físicos de adicción (tufo a alcohol, marcas, ojeras, pituita, falta de higiene…).

– Otros cambios: quejas de usuarios y/o compañeros, ordenes inapropiadas, ausencias no justificadas, conflictiva extra-laboral paralela a la del trabajo, expresiones de preocupación por parte de compañeros y/o supervisores.

La decisión de consultar a un especialista depende prioritariamente del propio trabajador. Este factor será esencial para tomar una adecuada conciencia de enfermedad, para comprometerse con su tratamiento, para adquirir un sentimiento de autocuidado y autoeficacia respecto a la propia salud, y por todo ello, para el éxito terapéutico. La primera y mejor ayuda desde la red de apoyo (sociofamiliar y laboral) consistirá en ayudarle a detectar dicha necesidad y fomentar su autonomía en la petición de ayuda.

En otras ocasiones, es el médico de atención primaria, quién detecta la posible problemática y decide tratar y/o derivar al paciente a salud mental (sea de forma ambulatoria o bien hospitalaria en los casos graves).

El ámbito laboral es también un lugar frecuente de detección de casos. En muchas ocasiones la oficina de RRHH es el espacio donde el problema laboral y el de salud mental se presentan de forma conjunta.

Así, Atención Primaria, Salud Mental y Salud Laboral pueden constituir una red de apoyo profesional eficaz que haga posible una atención integral de calidad centrada en la comunicación con el paciente, agente principal y responsable del cuidado de su propia salud. Para hacer factible este modelo orientado a la prevención y la promoción de la salud se requiere el desarrollo de mecanismos eficaces de coordinación interdisciplinar en una red de apoyo sociosanitario profesional centrada en la comunicación con el paciente. Esta coordinación será especialmente relevante si se trata de:

– Trabajador con trastorno mental crónico

– Caso clínico complejo (por ejemplo con patología dual, complicaciones psicosomáticas, etc.).

– Empleos de elevada responsabilidad sobre terceros (profesiones asistenciales o de alto riesgo físico para sí mismos o terceras personas, por ejemplo).

 

Los trastornos psiquiátricos más frecuentemente observados en el ámbito laboral son los mismos que con mayor frecuencia se detectan en la población general :

1. Trastornos afectivos (principalmente depresión y ansiedad, incluyendo el trastorno por estrés postraumático)

Cuando existe una recurrencia depresiva, ésta se acompaña de un rápido empeoramiento del rendimiento sociolaboral, referido tanto a la eficacia en la realización de las tareas como a la aparición de conductas de aislamiento y frecuentes conflictos interpersonales. En el trabajo, las personas con depresión:

– Están desmotivadas en mayor medida.

– Mantienen deseos de abandono profesional o retirada prematura.

– Establecen peores relaciones personales con problemas de comunicación.

– Se ven implicadas con mayor frecuencia en situaciones de conflicto laboral.

– Disminuyen su rendimiento, capacidad de concentración y eficacia.

En el ámbito psicosocial, la depresión produce un gran sufrimiento en la persona afectada y en las personas de su entorno, con importantes repercusiones laborales y socioeconómicas, debido a la pérdida de productividad, al absentismo y a las posibles bajas laborales relacionadas.

Una reciente revisión bibliográfica sobre depresión y trabajo señala como los predictores de la depresión son multifactoriales y señalan por ejemplo:

– Diferencias de género: en mujeres, el bajo nivel de autoridad, los trabajos de baja cualificación del área industrial o los trabajos que tienen alta demanda emocional, están asociados con el riesgo de depresión, mientras que en hombres son el estrés, la inseguridad laboral, los trabajos pasivos y trabajos tanto de alta como de baja cualificación, los más frecuentemente asociados con depresión.

– En el ámbito del trabajo: la inseguridad laboral, el bajo apoyo social, la baja remuneración económica, el pobre clima laboral, el desequilibrio entre la tensión laboral y la recompensa al esfuerzo, el bajo control laboral son condiciones relacionadas estrechamente con mayores índices de depresión.

El Trastorno de estrés postraumático (TEPT) tras exposición a un estresor traumático en el trabajo o fuera de él, como puede ocurrir tras accidentes graves y a consecuencia de experiencias de violencia grave, externa o interna que ponen en peligro la vida o la integridad del trabajador.

Se trata del único trastorno mental definido por su etiología específica en la nosología actual. Es uno de los trastornos de ansiedad más frecuentes en la población general, aunque se reconoce que está infradiagnosticado y que la mayoría de los pacientes que le padecen no reciben tratamiento específico adecuado. Este hecho se explica por varios factores: porque estos pacientes buscan ayuda por síntomas inespecíficos de malestar que sugieren otros trastornos mentales, por la evitación característica de los estímulos relacionados con la experiencia traumática y por un enfoque asistencial orientado a los síntomas y no al cuidado de la persona que los padece.

 

2. Abuso y dependencia del alcohol y otras drogas

Algunos estudios internacionales  concluyen que en torno al 20% de los empleados consumen bebidas alcohólicas y otras sustancias de abuso de forma excesiva e inapropiada, con un elevado coste por pérdida de productividad, siniestralidad laboral y numerosas enfermedades relacionadas con este motivo. En España, según los datos de la última encuesta del Plan Nacional sobre Drogas de ese país, aproximadamente un 10% de las personas activas son bebedoras de riesgo y el 27% ha consumido marihuana en el último mes, siendo éstas las dos drogas más prevalentes y con más repercusión en el ámbito laboral.

Son diversos los riesgos psicosociales que median en el incremento del riesgo para el consumo de alcohol y drogas, como el estrés laboral y la turnicidad (horarios rotativos). Además, este tipo de adicciones generan problemas laborales tales como accidentes de trabajo con riesgo para si mismo y terceras personas, absentismo, recurrentes bajas laborales, bajo rendimiento, baja calidad del trabajo y conflictos interpersonales.

Se ha constatado la relación entre sobrecarga de trabajo, ambigüedad y conflicto de rol con un riesgo 27,5 veces más frecuente de abuso de alcohol. El desarrollo de múltiples roles incrementa las posibilidades de experimentar mayores niveles de demandas y de exposición a más situaciones estresantes, al conflicto familia-trabajo y a la búsqueda de estrategias evitativas de afrontamiento como pueden ser las adicciones.

La identificación precoz del problema y la motivación para su tratamiento será un elemento clave para la prevención de los efectos personales y sociolaborales de los abusos de alcohol y sustancias.